Casada tambien con Jorge Jarpa. Presidenta Corporación de Amigos del Teatro Municipal 1991-92. Aplicó la fórmula inglesa para criar a sus cuatro hijos en un Chile de la década de los ’60 marcado por la inexistencia de la televisión y del trabajo femenino. Apoyada por una enfermera, mamá Mac Gill cambió pañales, dio leche materna y obligó a sus cuatro niños a seguir reglas que iban desde respetar horarios, hacer deporte, lecturas obligadas hasta ponerse de pie y pronunciar el nombre al saludar. Ni pensar en hablar de sexualidad, homosexualismo o drogas. “Estoy convencidísima de que mi nieto menor sabe mucho más de eso que yo”, confiesa la decana de la “beautiful people” en el Día de la Madre. El ícono de la socialité, Mary Rose Mac Gill, viajó más de 18 veces en el Queen Mary I, la primera versión de este trasatlántico de lujo. Allí conoció a Elizabeth Taylor y a Audrey Hepburn. También comió su primer foie gras y su plato favorito hasta hoy, el caviar ruso. En uno de los viajes desde Nueva York a Southhampton, cuando tenía unos 18 años, Mary Rose fue elegida la "reina del vals". En otra oportunidad, junto a sus primas, ganó el primer lugar del concurso de disfraces. "Teníamos 16 años y mi madre nos mandó a hacer a Europa unos disfraces de charleston", recuerda. Dice que la vida a bordo estaba llena de detalles muy sofisticados para la época. Por ejemplo, en cubierta se podía jugar badmington, e incluso, había personas encargadas de pasear a las mascotas "chic" de los pasajeros. En la noche todos vestían de smoking y las señoras de traje. Las niñas deambulaban por el barco con sus vestidos de terciopelo y en el día jugaban a los caballitos. "Corríamos por una pista sintética y los caballeros apostaban por ti. Eran apuestas en dinero, pero a los niños nos daban una barra de chocolate", dice. Francisco Petrinovich, hijo de uno de los zares del salitre en Chile, también tiene recuerdos del Queen Mary. A los diez años, en 1937, estuvo allí. Justo en pleno apogeo de este trasatlántico, que en esa época vivió sus mejores días. Viajó con su madre y su institutriz. Allí compartió con los empresarios más acaudalados de Chile. Entre ellos, con Pascual Baburizza, dueño de salitreras y del palacio de Valparaíso, conocido coleccionista de arte y socio de su padre. Los planes iniciales eran viajar unos días antes, pero una repentina apendicitis lo obligó a retrasar el periplo. Aunque no recuerda mucho más, dice que el trasatlántico era especialmente lujoso, lo que comparte Mary Rose. "Era de un lujo sobrio, no asiuticado, que es lo que caracteriza al inglés", dice ella. Viajes con clase y servicio de compañía La historia de Rose y Jack, relatada en "Titanic", de James Cameron bien podría haber sido vivida en alguno de estos cruceros de antaño. Porque en los barcos ingleses habían claras diferencias de "clases" y sitios que estaban vedados para quienes pagaban asientos económicos. Aunque antes "los de tercera" viajaban en peores condiciones, todos querían entrar a ese círculo. Así lo relata Julita Astaburuaga quien viajó en el Queen Elizabeth -buque hermano del Queen Mary- en 1948. "Era de un lujo fantástico", recuerda la socialité. Pero a pesar eso, cuenta, lo más entretenido se vivía en otra parte del barco. "Los de primera iban a entretenerse a tercera clase, era mucho más divertido". Era allí donde miles de italianos e inmigrantes alegraban con su música el viaje de muchos miembros de la high society. Pero Julita no participaba de la juerga. Había ido acompañando a su marido, el tercer secretario agregado de Chile para Naciones Unidas. Como él debió quedarse en Francia, Julita decidió volver sola a Nueva York y aprovechó de hacerlo en el Queen Elizabeth. "Yo me entretenía paseando por cubierta con mis copias de Dior recién compradas", señala Julita. Este tipo de barcos son los que hasta ahora prefiere Gladys Helfmann. "Me fascinan", confiesa casi suspirando. Gladys descubrió los cruceros Cunard hace 15 años y desde entonces no ha parado. Ha viajado cinco veces en el Queen Elizabeth, donde ha recorrido desde Nueva York hasta el lejano oriente, pasando por las islas del Caribe, Europa y África. De sus recuerdos en el trasatlántico inglés destaca el servicio de acompañantes. Todas las noches en la cena y durante el baile aparecían una serie de señores "buena pinta, siempre de smoking", según cuenta Gladys, quienes estaban encargados de entretener a las señoras que viajan solas, bailando y conversando en varios idiomas. Según recuerda, las señoras debían sentarse en primera fila y los galanes ya maduros -entre 55 y 70 años- las sacaban a bailar. Pero esto no lo sabía Gladys en su primer crucero. "Apenas nos enteramos salimos corriendo a primera fila. Bailamos como malas de la cabeza", confiesa. Too much people Pero el club "I love cruises" es cada día más reducido. Hay quienes encuentran que los viajes tipo Queen Mary o Queen Eizabeth son demasiado masivos. Una de ellas es María Cecilia Domínguez. Si bien la presidenta del Club de Amigos del Teatro Municipal le reconoce el mérito a los cruceros de antaño, no se subiría ni por nada del mundo al Queen Mary II. "Tantos pasajeros a mí no me gustan. Yo, a lo más, aguanto a 400 personas. Esos cruceros son más elegantes y mejores". Y ya ni siquiera esos los frecuenta mucho. María Cecilia ha adoptado desde hace algunos años una modalidad mucho más exclusiva. "Con unos amigos arrendamos un yate y nos vamos a recorrer algunas costas", cuenta. Pero no cualquier costa, sino las más exclusivas. Tahiti, Mallorca, Cerdeña, Córcega, Turquía y Croacia son algunos de los destinos que ha recorrido y asegura que esa forma es mucho más cómoda y entretenida que un crucero. Otro de los que no viajaría en un trasatlántico de grandes dimensiones es Omar Babul. Asiduo viajero, este empresario conoce más de cerca la atención de este tipo de barcos. En 1991 se embarcó en el Queen Elizabeth II rumbo a las costas de África. "No volvería a hacerlo ni gratis", confiesa. No porque el paisaje lo hubiese defraudado, sino porque la distribución de pasajeros, a su juicio, ya está pasada de moda. Cual Titanic del siglo XXI, estos cruceros siguen con la modalidad de clases. Aunque ya no viajan al lado de las hogueras, los pasajeros de boletos más baratos no pueden acceder a algunos beneficios de las otras clases. "Yo siempre he viajado en lo mejor, pero hasta nosotros no podemos elegir", comenta Omar Babul. De hecho, se les asigna una mesa en restaurantes "de primera", pero muchas veces no pueden cambiarse libremente ni compartir con quienes quieran. Por estas razones, los Babul decidieron cambiarse de línea. Mary Rose refuta estos dichos. Y asegura que es "absurdo" que alguien diga que los cruceros están pasados de moda. "Creo que ese comentario es new rich", afirma. Explica que cualquier viaje es entretenido y vale la pena y que los cruceros siempre tendrán glamour. LOS PRECIOS No todo incluido Los precios del trasatlántico más grande del mundo varían entre los 3.264 y 53.700 dólares, dependiendo del tipo de habitación y su orientación. La suite más exclusiva consta de 209 m2 con la mejor vista desde un amplio balcón. Aparte del valor general, los pasajeros deben pagar los tours ofrecidos en cada puerto que desembarquen y Chile no será la excepción. Punta Arenas, Puerto Montt y Valparaíso ya tienen preparadas sus distintas atracciones a gusto -y presupuesto- del viajero. Por ejemplo, en Punta Arenas las opciones van desde visitas a las haciendas hasta un sobrevuelo de la Antártica, que es la oferta más costosa a mil 600 dólares. Torres del Paine quedaron fuera del tour ya que los pasajeros estarán sólo diez horas en tierra. Puerto Montt por su parte ofrece nueve excursiones por los lagos, ríos y volcanes y Valparaíso espera su turno con tours por cerros o viñas de la zona. Todas estas excursiones son coordinadas por la misma agencia -experta en cruceros-, la que además se hace responsable de la seguridad de los pasajeros mientras duren los tours. SEGURIDAD: Despliegue a toda vela Tres sitios debió preparar el Terminal Pacífico Sur del Puerto de Valparaíso para recibir al mayor crucero que ha recalado en territorio nacional. Aunque técnicamente las medidas de seguridad son las mismas para cualquier trasatlántico, éstas se han corregido y aumentado para la llegada de este coloso marítimo. De hecho, la Armada envió sus propios prácticos a hacerse cargo de maniobrar el barco por las complicadas costas chilenas. Para esto contrataron un software especial denominado "Full Mission", un simulador que entrenó a los prácticos para la arriesgada travesía. Una vez atracado el buque en Valparaíso -único puerto donde podrá recalar-, los pasajeros serán subidos en 10 buses y trasladados internamente desde el puerto al Terminal de Pasajeros. Allí serán revisados por el SAG y por Aduanas. La llegada está planeada para las 4:00 horas y los pasajeros estarán en tierra hasta las 17:00 aproximadamente, cuando deberán embarcarse para partir rumbo al puerto de Callao, en Perú. Como los pasajeros son tantos, la empresa encargada de las labores logísticas del puerto debió contratar un segundo detector de metales para así hacer más expedito el embarque de los 2.620 pasajeros y los 1.253 tripulantes. ----------------------------------------------------------o------------------------------------------------------- El Santiago antigup. Preciosas casas patrimoniales en todos los barrios. Menos ruido. Polución inexistente. Los trolleys eran estupendos. ¿Qué lugares o tradiciones de esa época resucitaría? Los sándwichs de La Novia. Los bailes de estreno. Las conversaciones los domingos por la tarde. ¿Qué edificio capitalino influyó en su juventud? El Teatro Municipal, la galucha sobretodo. Allí me acerqué a la ópera, al ballet y a la música clásica. De los edificios patrimoniales, ¿cuál marcó una época? Gath & Chávez, el Hotel Crillón y el cine Metro, además las películas eran estupendas.