Médico Cirujano en 1929, Director del Hospital Sanatorio El Peral. Funcionarios y enfermos llegaban al establecimiento preferentemente en el tren del Ferrocarril del Llano. Este salía desde la estación Pirque, ubicada en el sector de la Plaza Italia de Santiago, y se dirigía al pueblo de La Florida, llegando finalmente a Puente Alto. Se accedía al Sanatorio desde la Estación Los Quillayes. En 1946 Ministro de Salud. en 1947 Director General de Beneficencia. Diccionario Biográfico de Chile ed. XIII p. 591. Desde que se tituló de médico cirujano con distinción máxima, en diciembre de 1929 en la Universidad de Chile; desempeñó una de las más brillantes carreras de la historia de nuestra medicina, donde nunca se separó del estudio, la docencia, la investigación y el servicio público. Realizó su internado en el Hospital San Borja, en medicina interna, especializándose en Tisiología, Salud Pública y Administración Hospitalaria. Durante sus estudios de medicina demostró su interés por la docencia, desempeñando varios cargos, hizo ayudantías en la cátedra de su padre en 1921; en la del Dr. Juan Noé en el año 1922, y en 1925 se le designó para integrar una Comisión Antimalárica, en el norte del país. Trabajó en el Instituto Bacteriológico de Chile, y posteriormente en la Caja de Seguro Obligatorio. Toda su labor la realizó en el desarrollo de su carrera docente, la que continuó durante varios años. Desde 1934 a 1936 dio lecciones de semiología clínica; posteriormente reemplazó al Doctor Héctor Orrego Puelma en la cátedra de Tisiología. También fue profesor de Medicina Social en la Escuela de Servicio Social ±Lucio Córdoba, en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales; en la Escuela de Salubridad desde 1952; y en la Escuela de Enfermeras de la Beneficiencia hasta 1955. En el Seguro Obligatorio ingresa como médico tratante en el Consultorio San Francisco, donde da a conocer su capacidad de organización y vastos conocimientos que lo llevan a desempeñarse como Médico Inspector y Jefe de la Zona Norte; cargo al que renuncia para asumir la dirección del Hospital San José. Dentro de sus numerosos cargos y participaciones le correspondió desempeñar diversas comisiones científicas, sanitarias y administrativas. Todas ellas las desarrolló con singular acierto. Fue Presidente de la Sociedad Chilena de Tisiología, Miembro de la Comisión Antimalárica, a cargo del profesor Juan Noé, efectuada en Tacana en 1925. Miembro y jefe suplente de la Comisión antimalárica designada por el Ministerio de Relaciones Exteriores a comienzos de 1930, en Arica. Miembro de la H. Junta Central de Beneficiencia desde 1938 a 1942; Ministro de Salubridad, Previsión y Asistencia Social, en 1946; Director General de Beneficiencia, desde 1947 a 1948. Primer Presidente del Consejo General del Colegio Médico de Chile, desde 1949 a 1950; Presidente del Departamento de Salud Pública del Colegio Médico de Chile, desde 1952 a 1957; Miembro de la Comisión de Concursos Médicos, del Servicio Nacional de Salud, desde 1953 a 1958; Miembro de la Comisión de Presupuestos del Servicio Nacional de Salud, desde 1953 a 1958; Miembro de la Comisión de Adquisiciones del Servicio Nacional de Salud, en 1953. Trabajó como ayudante en el Hospital San José, desde 1930 a 1936, en las secciones de Medicina a cargo del profesor Eduardo Cruz Coke y de TisioMedicina a cargo del Profesor Héctor Orrego Puelma. Allí se desempeñó como Director adhonores y como especialista en tisiología; donde, al igual que en otras actividades, lo hizo con brillo, destacándose por su criterio clínico, certeza en la apreciación diagnóstica, en la aplicación de los medios terapéuticos, y por su especial determinación en hacer relevante el aspecto social de la enfermedad. Con motivo de la construcción del Sanatorio ±El Peral, se le nombra director del establecimiento, a fin de que realice sincrónicamente el estudio de la organización, la habilitación y la dotación del personal. Asume el cargo a tiempo completo, a partir de noviembre de 1936. Este cargo conlleva la obligación de realizar al mismo tiempo las funciones de Jefe de Sección, vale decir funciones de carácter técnico. El Dr. García desarrolló la labor con excepcional éxito, con la cooperación entusiasta y decidida del equipo médico del Sanatorio. Se trabajó con un concepto médico-social en la aplicación para la cura sanatorial modelo. Aprovechó al máximo cada una de las plazas, lo que significó un estudio acabado para determinar la oportunidad de ingreso o egreso de un paciente. Al mismo tiempo que organizó el sanatorio supo ofrecer la experiencia como guía para que fuera aplicada de acuerdo con el momento epidemiológico, las condiciones de vida imperante y su arsenal terapéutico, el armamento de lucha de la medicina. Los trabajos científicos fueron presentados por el equipo, en el Boletín del Hospital Sanatorio ±El Peral, donde el Dr. García fue director de la publicación desde 1942 hasta 1955. Sus trabajos científicos publicados en Chile y en revistas extranjeras sobrepasan el centenar; y muchos de ellos, pese al tiempo transcurrido, mantienen una total vigencia científica. Todos ellos demuestran junto a un perfecto lenguaje, su profundo conocimiento de las materias que trata. Son muchas las distinciones y honores que recibió el Dr. René García Valenzuela, entre otras, su Condecoración con la Orden al Mérito de la República Federal Alemana, en 1955; y con la Orden de Finlay de la República de Cuba, en 1955. Caballero en el más amplio sentido de la palabra y dotado de una gran inteligencia, mantuvo una línea recta en su proceder de una honestidad a toda prueba. Poseía un lenguaje claro y preciso; conocedor, como pocos, del uso de las palabras, se dirigía al auditorio en medio de un silencio revelador. Era un brillante orador, que sabía tocar el corazón del público. Incansable y tenaz enseñó siempre sin egoísmo, sin descanso, buscando la perfección en sus discípulos. Sus conocimientos pertenecían a la medicina y por lo tanto a todos los médicos. Junto con entregar su alta especialización y su valiosa experiencia, lograba hacer comprender que la medicina es un valor, en que el acto médico está fuertemente unido al sentido de lo humano. Cuando algo faltaba, sabía impartir el necesario entusiasmo en la búsqueda; cuando algo se perdía, enseñaba el valor de la esperanza.