Las Argandoña Usar "las" para referirse a mujeres de una gran familia, es costumbre local y jamás un menoscabo. Más aún cuando retratan un tiempo en que su poder y gravitación fue miles de veces mayor que los 40 metros cuadrados donde ahora reposan. Las mujeres de La Serena marcan los grandes momentos del desarrollo económico y social de la región. Porque siempre en las familias más importantes hubo predominio de hijas que, aparte de ser atractivas, contaban con la seguridad de una dote que aseguraba su opción de casaderas. Es el caso de las hijas del matrimonio compuesto por don Pablo Garriga Mollet y doña Buenaventura Argandoña Subercaseaux , que ahora, como grupo y con sus parientes afines, yacen sepultadas en un espacio no mayor de 40 metros cuadrados del Cementerio local, superficie harto menor que las disponibilidades en terrenos y residencias de que dispusieron en vida, cuando fueron-sin contrapesos -propietarias de la casi totalidad de los terrenos donde se alza la ciudad-puerto de Coquimbo y otros tantos sitios de la zona y el país. La matriarca del grupo, cuyo retrato luce hoy en el Museo Histórico de La Serena. Fue pintado antes de 1844, cuando falleció; descendía del francés Francisco Subercaseaux Breton, a través de una hija natural de éste, doña María Dolores Subercaseaux Durán, que casó con todos los méritos del apellido con Antonio de Argandoña, a su vez descendiente de una familia formada en la ciudad a fines del siglo XVII. Doña Buenaventura casó en La Serena el año 1812 con un español, don Pablo Garriga, que superó la condición peninsular gracias a su participación como patriota. De su matrimonio nacieron las siguientes mujeres: Paula, que casó a los 16 años con el norteamericano Felix Fineas Lovejov y luego, viuda, con Gabriel Menoyo. Isabel, Matilde, Jesús, que casó con Santiago Edwards Ossandon; Margarita, que fue la esposa de Joaquín Edwards Ossandon; Rafaela y, Dolores, que celebró matrimonio con el escocés Paulino Campbell Pherson. La señora Argandoña Subercaseux quedó viuda en 1833, casando al año siguiente con otro viudo, don Jorge Edwards Brown, que en antes de 1810 había contraído enlace con Isabel Ossandon Iribarren, dando inicio a la moda de los casamientos de mujeres serenenses con extranjeros, en su mayoría de un mismo grupo, unido por lazos comerciales. Sus afinidades fueron tan consistentes que al morir, pasaron a ocupar en el primer patio del panteón local un espacio donde alzaron hermosos túmulos funerarios que vale la pena conocer pues, a medida de sus decesos, fueron reuniéndose como cenizas. Las mujeres Argandoña, por herencias de su padre, padrastro y maridos-hermanastros, fueron grandes propietarias de la naciente ciudad de Coquimbo. Doña Buenaventura, cuyo abuelo lució el ostentoso título de "Capitán de cañones del puerto de Coquimbo, concurrió a prorratear parte importante de la fábrica de la iglesia San Pedro, cediendo sus derechos de agua del canal French, para que la población contase con dicho elemento a partir de 1850. Fuente: Fernando Moraga